El niño despertó, gritando horrorizado: “¡mamá, mamá, soñé que estabas viva!”
La madre, como todas las noches cuando escuchaba llorar a su espantadizo hijo, acudió a consolarlo, flotando imperceptible y ligera por el amplio cuarto adornado todo con espejos quebrados.
Más información y textos de Humberto Senegal
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